Imogen
Cunningham (1883-1976) en la Fundación Mapfre, Madrid
[...] Uno de los tópicos más
habituales en las aproximaciones a su obra consiste en situar su
"modernidad" en las temáticas que abordó, sobre todo los desnudos y
las flores y plantas, que anticiparían lo que bastantes décadas después
encontramos, por ejemplo, en Robert Mapplethorpe. Pero eso es quedarse en la
superficie. La grandeza de la obra de Imogen Cunningham reside no tanto en el
"qué" sino en el "cómo". Las flores, las plantas, los
cuerpos desnudos, sus retratos, o sus maravillosas fotografías urbanas, son el
resultado de un intenso proceso de abstracción
de la imagen concreta. Un cuerpo, por ejemplo el suyo propio en su Autorretrato (1906) en el que aparece
desnuda sobre la hierba, se convierte en un foco de luz que se contrapone a la
gradación de sombras que lo rodean. El procedimiento de abstracción se hace aún
más intenso en Triángulos (1923), una
fotografía de formato reducido que es para mí una auténtica obra maestra, y en
la que el cuerpo femenino desnudo, en su fragmentación, se transforma en un
conjunto de figuras geométricas de luz y sombra.
Imogen Cunningham: Triángulos [Triangles] (1923).
Seattle Art Museum.
Hay que tener en cuenta que,
frente a las fórmulas reduccionistas y en último término banales que en tantas
ocasiones se utilizan como pautas de clasificación de las propuestas
artísticas, aunque no sean en realidad sino meras "etiquetas", todo arte, y no sólo el no figurativo, es abstracto. Y en esa dimensión, en su
fuerza para transcender el momento concreto, la imagen singular, en
representación abstracta, en imagen perdurable en el tiempo, reside el núcleo
de la relevancia artística de Imogen Cunningham. Sus fotografías son arte. [...]
Fragmento extraido de: inmateriales
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